miércoles, 24 de septiembre de 2025

El cuartel de la Guardia Civil

 

EL cuartel de la Guardia Civil de Malpartida de Plasencia

                                                                

La primavera de 2021 irrumpió con el ruidoso ajetreo de las máquinas demoledoras en el cuartel de la Guardia Civil de Malpartida de Plasencia, que, reducido a escombros, ha liberado el extenso solar donde se ubicará un nuevo edificio institucional: el Centro de Día, primera fase de un ambicioso proyecto que incluye otros servicios sociales de gran relevancia como el Piso Tutelado y la Residencia Asistida[1]. El edificio, levantado en los años cuarenta del siglo XX y en desuso desde marzo de 2007, cuando fue desalojado por deficiencias de habitabilidad, irá desapareciendo poco a poco del imaginario colectivo; y las dependencias proyectadas, cuyos cimientos avanzaron con el verano, relegarán las huellas del “nuevo cuartel” (el de 1945) al oscuro y solitario silencio de los archivos.[2]

                                     

                                                Exterior del cuartel días antes de su demolición (a. 2021)

 

El que ahora nos ocupa se incluía en el paquete de “obras y mejoras realizadas en el municipio desde el 18 de julio de 1936”, según detallaba el alcalde Francisco Rodríguez Barrado en1955, con motivo de la visita del Gobernador Civil en uno de los usuales recorridos por los pueblos de la provincia para inaugurar edificios municipales. En tales ocasiones, guiados por los maestros, los escolares salíamos junto al resto del vecindario (preferentemente, las mujeres con los niños, pues los hombres estaban en los campos o en los andamios) enarbolando sendas banderitas de papel a recibir a la excelentísima autoridad, al modo e imágenes como inmortalizó estos eventos del régimen Luis García Berlanga en Bienvenido, Míster Marshall. En el memorial del primer edil figura que el ejecutor de la construcción del cuartel fue el Ayuntamiento, mediante obras iniciadas en marzo de 1943 y finalizadas en septiembre de 1945. Lo cierto es que el inmueble se levantó no en tres años, sino a lo largo de 1945, por un coste total de 518.542,44 pesetas, incluido el importe de las cuadras, que se añadieron en 1949. Esta nueva sede de la Benemérita venía a sustituir al cuartel viejo ubicado en la calle Capitán Cortés (antes Mendizábal, luego Díaz Maroto y, hoy, Escuelas), esquina con la actual Felipe Tomé, en inmuebles de Amalia Jiménez Fernández y de su hija Jacinta Díaz Jiménez, donde después abrirían un horno de pan o “la Tahona de doña Amalia”.  Fue, sin duda, un largo proceso administrativo, de 1939 a 1950, durante los mandatos de los alcaldes Emilio Fernández García, Gabino Canelo, Jacinto Canelo Sánchez, Benito Mirón Sánchez, Manuel García Díaz, Felipe Tomé Fernández y Francisco Rodríguez Barrado.[3]

 

En la década 1929-1939, se habían producido ciertas actuaciones referidas a la mala situación de las dependencias ocupadas por los guardias civiles. Que sepamos, los alcaldes Luis Barrado Martín, Julián Cardador Serrano y Daniel Mateos García, en los respectivos bienios de mandato, habían tenido que dar cuenta a sus Corporaciones de escritos del jefe de línea, quien pedía reparaciones y reformas sin demora en las viviendas, o bien la construcción de un nuevo cuartel. En una ocasión, hasta se apuntaba la posibilidad de que, de no ejecutarse los arreglos, la Superioridad (sic) podría suprimir el puesto en el pueblo. El tiempo corría. La Corporación de 1934 no podía acometer las obras pedidas por estar atravesando el Municipio una difícil situación económica. No obstante, ofrecería al Estado un solar para la construcción de un cuartel. Muy similar fue la determinación del Concejo presidido por Daniel Mateos cuando, en abril de 1936, lamentaba no poder satisfacer la petición del oficial de la Guardia Civil, dado que el Ayuntamiento no se encontraba en condiciones económicas de afrontar un gasto de entre cuatro mil y cinco mil pesetas, tratándose, además, de un edificio que no era de propiedad municipal. En este caso, se acordaba también ofrecer el terreno para un cuartel de nueva planta, ratificando así el acuerdo de enero de 1934. Concluida la Guerra Civil, el problema volvería a los plenos y entraba en vías de solución.

                                       


En el segundo semestre de 1939, el oficial responsable de la casa cuartel había expuesto en dos ocasiones por escrito a la Junta Gestora (Corporación), presidida entonces por Emilio Fernández García, las deficiencias del inmueble y, en consecuencia, solicitaba que se llevaran a cabo las reparaciones necesarias para mejorar la habitabilidad de las dependencias. Se acordó la realización urgente de dichas obras, pero, además, los gestores (concejales) decidieron recabar del Estado un nuevo edificio, así como la correspondiente subvención; el Ayuntamiento facilitaría gratis el solar. La construcción prevista tenía como necesidad más perentoria proporcionar viviendas “dignas y adecuadas para las fuerzas de la Guardia Civil de la localidad con los anexos necesarios de un cuartel”. A mediados de agosto, el alcalde, reunido con los propietarios de fincas del término municipal a fin de abordar la construcción proyectada, consiguió la conformidad de los convocados para sufragar la parte destinada a cuartel (no sujeta a subvención oficial) con aportaciones proporcionales al líquido imponible de cada uno en la contribución territorial rústica.

El maestro de obras de la localidad Vicente Rodríguez Ibáñez orientó al Concejo en lo referido al proyecto y al presupuesto de las obras, pero los responsables técnicos fueron los arquitectos madrileños Pablo Cantó Iniesta y Ramón Aníbal Álvarez, quienes también llevaban entonces la edificación de las casas de los maestros. Para ambas promociones de viviendas (de guardias y de maestros) iban a utilizarse las subvenciones del Instituto Nacional de la Vivienda. El proyecto, por un importe de 233.194 pesetas, estaba visado por el Colegio de Arquitectos de Madrid a finales de julio de 1941. Celebrada la subasta, fue declarada desierta no solo por haberse presentado un solo licitador y alejarse este mucho de lo establecido en las bases de la convocatoria, sino también por exigir el contratista condiciones ventajosas inaceptables. A finales de 1943, con Benito Mirón Sánchez de alcalde, Aníbal y Cantó elaboraron un nuevo presupuesto que ascendía a 310.972,36 pesetas (el de contrata, a 294.862,76 pesetas), para el cual se solicitó la aprobación del INV y se recabó la conformidad de la Dirección General de la Guardia Civil. Frente al proyecto inicial de 1941, en este figuraban 10 casas y no 7, de acuerdo con la dotación de números del cuerpo armado asignada a la localidad; de ahí que el espacio ocupado por las viviendas añadidas habría de ir en detrimento del destinado a las cuadras de caballos.

En marzo de 1944, la Corporación, a la vista de que solo se hallaba protegida (subvencionada) la parte de los pabellones para residentes, no así la destinada a cuartel, decidió que procedía acudir a la prestación personal y de transportes ante el vecindario para cubrir el costo de esta última, pues en el presupuesto municipal del año no había cantidad alguna para afrontar el gasto “militar”, que corría a cargo del municipio. En esta ocasión, el Ayuntamiento declaró la redención a metálico, y fueron establecidas las correspondientes cuotas para los transportes y contribuyentes con arreglo a tres días de prestación por cada vecino o propietario afectado. Los trámites ante el INV durante la primavera y el verano sobre aspectos económicos (subvención, anticipo, plazos, condiciones, etc.) culminaron en septiembre. El Ayuntamiento anticiparía 153.574 pesetas (40%) y recibiría un préstamo de 191.968 pesetas (60%). En enero, cuando concluía el bienio de Benito Mirón, se formalizó la escritura de beneficios legales en el Instituto Nacional de la Vivienda.

                                          

                                                                     Entrada al cuartel (a. 1955)

 

          Las obras fueron adjudicadas a Fernando Pariente Varona, contratista de Salamanca, y estuvieron realizándose a lo largo de 1945 con Manuel García Díaz de alcalde. A falta de algunos detalles, debieron de darse por terminadas a comienzos del año siguiente. Por esas fechas, la Presidencia del Concejo había invitado al gobernador civil a la fiesta de San Blas con el fin de que, al tiempo de rendir homenaje a tan alta personalidad, su excelencia inaugurara el Coto Escolar y la Casa Cuartel de la Guardia Civil. Sin embargo, los actos serían suspendidos y pospuestos a falta de algunos protocolos previos que habían sido omitidos. Las banderitas de papel, pues, se guardaron para otra ocasión.

Como hemos visto, faltaban las cuadras, y los caballos de la Benemérita seguían ocupando inmuebles de alquiler, cuyos propietarios (Fermín Tejeda Alonso y Emilio Mateos Mateos) los reclamaban por esas fechas, al igual que hacía la familia Jiménez-Díaz con sus casas, necesarias para la industria de panadería; argüían además que, estando ya en uso el cuartel nuevo, tales propiedades aún no habían sido liberadas del arriendo por parte del Ayuntamiento. En septiembre de 1948, el arquitecto madrileño Eduardo Baselga presentó el proyecto para la construcción de cuadras anejas al cuartel de la Guardia Civil, con capacidad para cinco caballos, por un importe de 40.000 pesetas. Y en marzo de 1949 fue aprobado (coste de 39.313 pesetas) como obra de urgencia, por lo que quedaba exceptuada la subasta. En junio del mismo año, ya de alcalde Francisco Rodríguez Barrado, se produjo la adjudicación definitiva del concurso a destajo para los maestros albañiles locales Pedro Serrano Martín y Juan José Rodríguez Yuste.

          La ejecución material de la Casa Cuartel de la Guardia Civil culminaba, pues, en 1949. Al año siguiente, se cerraban también unos engorrosos desencuentros entre el Ayuntamiento (promotor) y el contratista salmantino Fernando Pariente, constructor de las viviendas de los guardias y de la parte de cuartel, es decir, la obra terminada a finales de 1945. Tales flecos, referidos a asuntos económicos, se habían prolongado durante cinco años. De ellos nos ocuparemos en otro artículo junto a la historia del “viejo cuartel”, es decir, del emplazamiento del puesto de la Guardia Civil de este pueblo hasta principios de 1946.



[1] En agosto de 2022, el alcalde de Malpartida de Plasencia, Raúl Barrado Módenes, y el presidente de la Diputación Provincial de Cáceres, Carlos Carlos Rodríguez, firmaron el convenio para llevar a cabo las obras con una asignación de 1.000.000 de euros. Se trata de una segunda fase, continuadora de la de demolición y cimentación que se llevó a cabo en 2021, y que está pendiente de licitación, asignación y ejecución de las obras. Asimismo, será necesario recabar más recursos y subvenciones para tan importante empresa social-asistencial, según manifestaba en los medios el primer edil chinato.

[2] Para los integrantes de las generaciones más jóvenes, no cabe duda, el cuartel de ahora es el moderno y funcional inmueble sito en la urbanización El Carrascal, sede de la Benemérita desde finales de 2011, tras haber ocupado los guardias durante cuatro años y medio algunas dependencias del extinto Colegio Libre Adoptado o “instituto”.

[3] La información base de este escrito se halla en el Archivo Municipal de Malpartida de Plasencia (AMMPL), sobre todo en la parte digitalizada del mismo: los libros de actas de plenos anteriores a 2001.

La Biblioteca José Canelo


 

La Biblioteca Municipal José Canelo de Malpartida de Plasencia

(De los orígenes a 1987)

                                               

La Biblioteca Municipal José Canelo de Malpartida de Plasencia es, sin duda, un elemento patrimonial de gran relevancia para el pueblo chinato. Ubicada en la parte norte de la Casa de la Cultura Maestra Josefa Canales, ocupa un amplio espacio de la segunda planta, complementado con otras dependencias del edificio. Abierta diariamente en horario de tarde, dispone de una amplia sala de lectura, incluido un espacio infantil; alberga abundantes fondos bibliográficos, y mantiene un más que notable trasiego de lectores. Además, lleva funcionando en la actual ubicación desde el año 1987, pero sus orígenes son más lejanos en el tiempo, y tuvo otros emplazamientos. Nació tres décadas antes tras una intrincada gestación en lo referido al inmueble donde se instaló: la casa del pintor emigrado a Hispanoamérica José Canelo Serrano, sita en la intersección de la entonces calle Oro (hoy, Expo 92) con la calle Naranjillo.

                                                   José Canelo en su estudio de Buenos Aires, h. 1950

 

El pintor autodidacto José Canelo, personaje singular, intrépido y aventurero, hubo de abandonar el pueblo buscando horizontes más propicios. A principios del siglo XX, dejó atrás casa y esposa, y con ligero hatillo emprendió su peculiar conquista americana. “Optimista, simpático, bohemio y jacarandoso”, en apreciación de su sobrino Manuel García Díaz (don Manolo), se aventuraba a cruzar el proceloso océano para hacer las Américas y al mismo tiempo hacerse alguien. Y, allende los mares, recaló en Cuba, primero, y, tras fugaz tránsito por Nueva York y Centroamérica, echó raíces nuevas en la capital de Argentina, donde, con la savia de acá y viudo en la distancia, contraería segundas nupcias con la también emigrada de Malpartida de Plasencia, Eulalia Muñoz, con la que tuvo tres hijos: Buenos Aires, José Rosedal y Francisco.

José Canelo mantuvo un interesante (e interesado) intercambio epistolar con algunos amigos y familiares, donde, a mediados de los cincuenta, alcanza gran protagonismo el empeño de liberar del inquilino la casa mencionada. En principio, su deseo era venderla, pero se interpuso la actitud intransigente del ocupante, José Serrano García (Pepe “Cloti”, como lo llamaban los vecinos por estar casado con la maestra Clotilde Mateos del Caño, doña “Cloti” para el vulgo), el cual pretendía quedársela a la baja. El pintor recurrió a su amigo Justo Vivas Recio, a quien involucró en las enrevesadas gestiones llevadas a cabo con el renuente José Serrano. Con todo, aquella engorrosa situación se solventaría el mismo año del fallecimiento de José Canelo, quien, a principios de 1957, ofrecía donar el inmueble al Ayuntamiento para la creación de un centro cultural (biblioteca-museo) en beneficio, principalmente, de la formación de los niños de su pueblo.

La Corporación municipal de Malpartida de Plasencia había aceptado del pintor chinato residente en Buenos Aires aquel ofrecimiento en “beneficio de los niños y las niñas de la población orientado a la cultura” (sic), según había manifestado por carta en febrero. El 21 de mayo, el alcalde, Francisco Rodríguez Barrado, presentó al pleno la escritura en la que se formalizaba la donación efectuada por José Canelo Serrano de la casa sita en la calle Queipo de Llano, 8. Por unanimidad, se aceptó el inmueble para Biblioteca Museo y se declaró “finca urbana de utilidad pública”. No obstante, enseguida surgieron algunos intentos para impedir dicha operación. Así, la reclamación de familiares de Alfonso Morán y Emilia Lacalle, compadres del artista, con quienes José Canelo tenía contraída deuda de sus años en Cuba, y ante los cuales el pintor, caso de no saldarla con dinero, habría respondido (en 1940) otorgándoles la casa de Malpartida de Plasencia mediante poder notarial. Más delante, y en más de una ocasión, también reclamaría la propiedad de la casa Claudia Díaz González, hija de Telesforo Díaz Maroto y sobrina de María González Silva, primera esposa de José Canelo. 

                       Inauguración de la Biblioteca José Canelo, a. 1959 (Archivo Municipal MPL)

Tanto en 1957 como en 1959 (cuando ya la biblioteca estaba creada), el Ayuntamiento, basándose en la voluntad expresada por el único propietario de la casa en documentos oficiales y en el poder notarial de donación del pintor al pueblo de Malpartida, desestimó las aspiraciones hereditarias de Claudia Díaz. A mediados de 1960, el vecino Pelayo Lacalle reclamaría al Ayuntamiento la cantidad de 5000 pesetas, en concepto de pagos por contribuciones efectuados, años atrás, por la casa. Basaba la petición en que su hermano político, el citado más arriba Alfonso Morán García, había prestado algún dinero a José Canelo en Cuba hacía mucho tiempo; y aportaba una carta del artista (6-10-1938) al médico Nazario Muñoz Manzano, en la cual se recogía esta circunstancia, y una copia del documento donde Alfonso Morán apoderaba a su cuñado para efectuar la reclamación. Sin embargo, la Corporación no se consideraba obligada a pagos de ninguna clase y, en el mes de julio, dictaminaba no indemnizar ninguna cantidad al señor Lacalle, pues las cuentas que hubieran podido existir entre José Canelo y Alfonso Morán en las lejanas tierras de los indianos no afectaban al Ayuntamiento.

Decía en líneas anteriores que las gestiones descritas ocurrieron el mismo año del fallecimiento del benefactor José Canelo, ocurrido el 12 de septiembre de 1957, según informaría a la Corporación, por carta de 26 de octubre desde Buenos Aires, el hijo del pintor, Francisco Alfonso Canelo Muñoz. Al expresar a la familia el sentimiento de condolencia de la corporación, se recordó y reiteró el “acuerdo reciente” del Ayuntamiento para dar el nombre de José Canelo a una calle y al Coto Escolar.

En marzo de 1958, fue aprobado el Reglamento que debería regir la biblioteca, elaborado por la Comisión de Educación y Cultura. Sin embargo, hasta diciembre no se sacaría el concurso para cubrir el cargo de bibliotecario. Solicitaron el puesto cuatro aspirantes: Valentín Mirón Sánchez, Bautista Fernández García (farmacéutico en el pueblo), Julio Canabal Gallego (administrador local de Correos y Telégrafos) y Francisco Sánchez Borja (maestro nacional en la localidad).  Tras las deliberaciones y análisis de los documentos y títulos aportados por los concursantes, fue nombrado, por mayoría, para el cargo de bibliotecario Julio Canabal Gallego. Fungía entonces de alcalde Valentín Paredes Mirón. Cuando se preparaban los actos de las inauguraciones periódicas que tenían lugar, generalmente, con motivo del 18 de julio, presididos por el gobernador civil de la provincia, los documentos de la alcaldía recogen cómo, antes de la visita del mandatario,  debería estar amueblada la biblioteca, así como aumentados sus fondos con dos mil volúmenes por el Centro Coordinador de Bibliotecas de la provincia de Cáceres, dirigido entonces por el catedrático de lengua y literatura Víctor Gerardo García Camino. Debidamente instalada y con amplio catálogo de obras, se habían invertido en la Biblioteca y Museo José Canelo 235.000 pesetas.

                                             


                                                                             Sede de la biblioteca José Canelo hasta 1977

 

En la primera ubicación de la calle Queipo de Llano y en el inmueble donado por José Canelo, la biblioteca municipal estuvo funcionando casi dos décadas hasta la jubilación del primer bibliotecario, Julio Canabal, durante 19 años. En 1977, el inmueble resultaba insuficiente de espacio, y se trasladó la biblioteca al edificio de las antiguas escuelas (según proyecto y presupuesto de Telesforo Díaz Maroto en 1910, y construcción de Faustino Martín), sede que fue también del Juzgado de Paz y de la centralita de teléfonos, y en el que actualmente, en edificio reformado y modernizado en obras sucesivas de adaptaciones y mejoras, funciona el consultorio médico. Por enfermedad de Julio Canabal, se hizo cargo de la biblioteca una de sus hijas, la cual, a finales del verano de 1979 renunció al puesto, por lo que la institución quedó cerrada al público durante varios meses. Tras unas pruebas para cubrir esa vacante, en junio de 1980 fue nombrado encargado de la biblioteca el maestro Juan Fernández Vivas, quien durante algo más de un lustro llevó con acierto y buen pulso los destinos de la biblioteca municipal, tanto en la provisión, catalogación y actualización de fondos, como en la atención al público lector.

En marzo de 1985, cesó Juan Fernández y tomó posesión Margarita Pereira García como Encargada de la Biblioteca Municipal José Canelo, quien recibía de su antecesor 7.424 volúmenes, 154 lectores, ficheros y registros perfectamente ordenados, a más de estadísticas, cuadernos de contabilidad, justificantes, etc. Es decir, una organización encomiable, debida al buen hacer de una persona laboriosa, comprometida y eficaz como lo era el maestro Juan Fernández Vivas, recientemente fallecido. Por esas fechas, siendo alcalde Francisco Tomé Mateos, se habían iniciado ya actuaciones que habrían de influir positivamente en los destinos de la biblioteca municipal. Así, a finales de 1986 estaban terminadas las obras de la Casa de la Cultura, que sería inaugurada en marzo de 1987, y al flamante inmueble, ese mismo año, se trasladó para quedarse definitivamente la Biblioteca José Canelo. La nueva andadura, que ya sobrepasa las tres décadas, una vez que Margarita Pereira ocupó la plaza de responsable de la Casa de la Cultura, pasó unos años de provisionalidad en que se sucedieron varias personas como encargadas de la biblioteca. Desde 2008, la titular de la plaza es Marta García Martín.

 

jueves, 13 de febrero de 2025

Obituario. In memoriam: María Herminia Aranda Canales y Juan Fernández Vivas

Con el otoño, y, como es costumbre, caen las hojas de la vida igual que se desprenden, también frágiles y fugaces, las de los árboles. Nos invade la tristeza. Así ha ocurrido en unos cuantos días de noviembre, el mes de la memoria y el recuerdo en el corazón para todos los seres queridos y próximos en los afectos que se nos fueron para siempre. En la edad provecta son ya incontables los desgarrones sufridos. Así, con Todos los Santos, emprendió el viaje definitivo María Herminia Aranda Canales, y diez días después iniciaba la travesía hacia la otra orilla Juan Fernández Vivas. A ambos me unían profundos y añejos lazos de amistad y de cariño. Los dos son los destinatarios hoy de esta breve semblanza melancólica por su ausencia.

Compartían Herminia y Juan la experiencia profesional del Magisterio, es decir, habían sido en la vida laboral guías de niños y adolescentes. Ella, en tierras gallegas y extremeñas; él, en el terruño natal. Una y otro fueron entre sus discípulos, sin duda, alma, esencia vivificadora, luz para la vida. No caben en estas sucintas líneas todas las sensaciones y sentimientos motivados por la desaparición de estas dos entrañables y buenas personas que fueron, ni el reconocimiento debido a sus respectivas trayectorias profesionales. Por ello, me limito a dejar correr la pluma, brevemente, por las galerías de la tristeza y el dolorido sentir de la separación.

María Herminia (“Chiqui”), tras varias semanas de lucha e incertidumbre, que hemos vivido de cerca, y una aceleración inesperada de la enfermedad, aceptó lo inevitable serena, entera y sobre todo, con mucho amor, con mucho cariño (conyugal, maternal): abandonó este mundo rodeada de sus seres más queridos (esposo, hijos, nietos), y emprendió así el viaje hacia otros espacios ajenos a los dolores, a las preocupaciones y a los afanes de esta ribera donde ha dejado tantos huérfanos de su amorosa tutela. Creo no equivocarme si escribo que Chiqui Aranda Canales, en su propia e insustituible personalidad, proyectaba, irradiaba y  prolongaba el espíritu, el talante, la peculiar forma de ser y el buen estar en el mundo de su querida madre, doña Josefa. Es decir, bondad, discreción, respeto a los demás. Dedicación a los suyos y a su trabajo. Suscribo, pues, en todo su alcance las palabras de uno de los hijos, cuando en el velatorio de sus restos mortales corroboraba lo manifestado por una amable vecina: “En efecto, nadie que conociera a mi madre podrá decir que no era una buena persona”. Quedémonos con tan certera caracterización, también resaltada en las palabras de otro de sus hijos y de una de sus nietas al finalizar el funeral de despedida. Y como Chiqui era una devota de las plantas y de las flores, que cuidaba con primor y delicadeza su pequeño jardín de arriates y macetas en el patio de su hogar, traigo estos versos de Juan Ramón Jiménez para ella:

 …Y yo me iré […] /y en el rincón aquel / de mi huerto florido y encalado, / mi espíritu errará nostálgico…/Y yo me iré; / […] sin hogar, sin árbol verde, /sin pozo blanco, sin cielo azul y plácido… /Y se quedarán los pájaros cantando.

El otro desgarrón de este tiempo melancólico proviene de la muerte de Juan Fernández Vivas. Un maestro que ha ejercido la docencia en el terruño natal con todos los riesgos que ello implica, y que, a pesar de todo, llevó a cabo con efectividad, rigor, sabiduría y acierto, ganándose el aprecio, el reconocimiento y la buena fama entre sus paisanos, las gentes chinatas, pero, de manera especial, entre sus discípulos: las generaciones de adolescentes que pasaron por sus aulas y recibieron su magisterio. En el ámbito personal y experiencias de la amistad, he compartido con Juan numerosos y agradables momentos, de manera especial aquellos de contacto directo con la naturaleza, con el paisaje, con los hermosos parajes de nuestra tierra extremeña. Siempre, recibiendo de él, a más de su bonhomía, informaciones precisas sobre animales, plantas, lugares; es decir, muestras de su insaciable curiosidad y abundante saber, y, sobre todo, de la sencillez y asombrosa efectividad con que lo transmitía, compartiéndolo, a quienes le acompañábamos. Ir con él a coger espárragos y setas, a recolectar almendras o “amboas” suponía llenar la jornada de un contenido complementario muy gratificante. Precisamente, días antes de su muerte, en llamada telefónica me animaba a ir, esta vez solo, (porque él no podría acompañarme) a por las almendras y los membrillos de su viña… Y se me fue también el amigo Juan. Recupero algunos versos del poema (de Antonio Machado) leído en el momento de la inhumación de sus restos mortales en el camposanto de nuestro pueblo:

Y hacia otra luz más pura

partió el hermano de la luz del alba, […]

Su corazón repose

bajo una encina casta,

en tierra de tomillos, donde juegan

mariposas doradas...

 

Descansen en paz en una tierra madre, acogedora y amorosa, María Herminia Aranda Canales y Juan Fernández Vivas, hijos de este pueblo, que, en vida, nos regalaron el tesoro de su amistad.  

BREVES NOTAS HISTÓRICAS ACERCA DE LAS FERIAS DE MALPARTIDA DE PLASENCIA

Las ferias de Malpartida, breves notas históricas*

                    Hace pocas semanas, las tradicionales ferias del verano de este pueblo contaron con gran asistencia de público, local y forastero, a la mayoría de las actividades y actuaciones programadas. En general, de un tiempo acá, el centro neurálgico de la diversión es la zona aledaña al parque, es decir, la explanada multiusos y el entorno integrado en el Ejido Grande. Así, salvo exposiciones y concursos en la Casa de la Cultura Maestra Josefa Canales, ningún otro elemento ferial podrá encontrarse desde el inicio de las “casas protegidas” hacia el interior del pueblo.  Además, a nuevos tiempos, nuevas costumbres: ahora, en el Ejido (Grande), durante las ferias, no encontramos ni una sola cabeza animal de vacuno, caballar, ovino, caprino o porcino, protagonistas otrora de un ferial animado, además, por chalanes, ganaderos, gitanos y otras gentes de diversa laya y condición.

La feria de junio

Las ferias ganaderas (porque hubo más de una) comenzaron en Malpartida de Plasencia en el último tercio del siglo XIX. La primera, la de junio (actualmente, en julio), siempre fue la más importante, y tiene ya casi un siglo y medio de existencia. Surgió del pleno extraordinario de la Corporación del día 27 de abril de 1882, siendo alcalde Donato Pereira. En aquella sesión confluían los ediles, la Junta Municipal y un grupo de vecinos bajo la denominación de Asociados. El punto de partida fue la consideración de que en el mes de junio se llevaban a cabo numerosas transacciones de ganado en la localidad con motivo de la feria de San Pedro de Coria. Ello era debido a que el enclave de nuestro municipio, cruce de cordeles y cañadas ganaderas, constituía paso obligado de ida y vuelta de gran parte de los ganados de la feria cauriense. De ahí que las gentes de Malpartida aprovechaban esa circunstancia para llevar a cabo compraventas de animales.  Los reunidos comentaron también que en el pueblo siempre se había tendido a establecer una feria, pues el vecindario y su corporación la consideraban muy útil y trascendental.

Con tales supuestos, se adoptaron varias disposiciones para sentar las bases de una feria de ganados de gran pujanza durante casi un siglo. Los días 15, 16 y 17 de junio, “habría feria todos los años en el Ejido de este pueblo para toda clase de ganados con la debida separación de ellos”. Para los animales, se garantizaba agua abundante y gratis del Pozón y otros abrevaderos; y a los vendedores no se les cobraría nada por derecho de parada y puesto de venta. Por lo que respecta a los industriales y comerciantes, podrían colocar sus tenderetes con géneros y productos en los extremos superior (oeste) e inferior (este) del Ejido. El municipio adoptaría las medidas necesarias para garantizar el orden y todo lo necesario para bien “de quienes nos favorezcan con su asistencia”.

La feria comenzó ese mismo año 1882, y, a principios de junio, el Ayuntamiento encargó a Telesforo Díaz Maroto contratar en Talavera de la Reina bombas para sacar agua del Pozón destinada al ganado concurrente. Se hallaba este pozo en una construcción abovedada, que conocimos de niños, abierta con dos grandes arcadas, y que servía de descanso para vaqueros y pastores trashumantes y también de albergue para mendigos y vagabundos.

                                                
                                                         


Aquella primera feria ha sido descrita y evocada en múltiples ocasiones. En el aspecto festivo, para los niños estaban las confituras, los turrones, el jolgorio, la cucaña, las carreras de sacos y los vendedores de baratijas y chucherías. Para los jóvenes, el paseo y el baile. Los mayores, tertulia en el casino, café y puro…, y, además, la asistencia al rodeo para la venta de ganado, la compra de la jaca o el cerdo para el engorde y la matanza del invierno; y por la tarde, a los toros. No faltaba la verbena, abierta a todos los públicos, la cual hoy echamos de menos los mayores… Era, sin duda, una feria de ganado de gran importancia en la comarca. El Ejido Grande, convertido en rodeo, aparecía como un zoo multicolor de vacas, terneras y terneros; jacas, caballos, yeguas y potros; ovejas y cabras, y cerdos. También los prados aledaños acogían ganados de sus propietarios o de forasteros arrendatarios. Múltiples eran los tratos con chalanes y gitanos. Completaban este animado mundo multicolor las cantinas, bajo toldos de sábanas de carros, en las que se servían dulces del lugar con aguardiente casero, vino de pitarra chinato, cervezas y refrescos, tapas de queso y chorizo… El aspecto festivo y lúdico de la feria de junio iría en aumento al tiempo que se iban modernizando las atracciones (coches eléctricos, norias descomunales, grandes tómbolas, puestos de comida rápida) y desaparecían las típicas barcas de los “llanos” de las Escuelas y de san Gregorio; también “el mayor espectáculo del mundo” con la presencia de algún circo de renombre dejó en el olvido a los titiriteros sin carpa al aire libre, aquellos de la ene de palo para los trapecistas, la cabra de la escalera y la bandeja de la voluntad. Además, fueron incorporándose los contenidos culturales y deportivos, que, enseguida adquirirían gran protagonismo en las ferias. En 1975, se añadió la innovación del pregón de ferias.

Feria de septiembre

 Si la estela de san Pedro guía al mundo agropecuario en pleno verano, la de san Miguel toma el testigo de este santo en el mes de septiembre. Con la cosecha de cereales en las trojes, se recogen los membrillos y se da salida a excedentes de ganados. Era necesario algún encuentro más entre vendedores, compradores e intermediarios en nuestro municipio. Procedía, pues, crear otra feria. Siendo alcalde Manuel García Díaz (don Manolo, maestro), en julio de 1946, la Corporación hizo suya la propuesta del secretario de la Junta Local de Fomento Pecuario (inspector veterinario) de establecer una nueva feria de ganados en la localidad, situándola entre los días 15 y 20 de septiembre, o entre la última decena de septiembre y la primera de octubre. En el pleno del 8 de febrero de 1946, el Ayuntamiento reitera la aceptación de la propuesta del inspector veterinario, y el alcalde, cuando tramite el expediente, señalará los días el 12 y 13 de septiembre a tal fin. Tras la preceptiva autorización del Gobernador Civil de la provincia, en 1946 se celebró la primera feria de ganados de septiembre en Malpartida de Plasencia. El segundo día hubo pleno de la Corporación, que, en asuntos pendientes, declaraba como fiesta oficial del pueblo los días 12 y 13 para la recién creada feria comarcal de ganados, pero, además, se marcaba también como festivo el día 11, la víspera. Si hubiera que destacar algún contenido de los festejos programados, este sería la relevancia asignada al imprescindible acontecimiento taurino, esto es, la novillada. En ocasiones, como ocurrió en septiembre de 1947, se suprimieron los fuegos artificiales, pero no la novillada, que siempre fue lo más importante “porque daba más concurrencia” a las ferias, tanto a las de junio como a las de septiembre.

Feria de marzo: las primeras ferias

Como no hay dos sin tres, a las ferias del verano y del otoño chinatos se unieron las de primavera en el mes de marzo. Así, el 25 de enero de 1952, el entonces alcalde, Francisco Rodríguez Barrado, propuso a la Corporación el fomento de otra feria por necesidades agropecuarias. En consecuencia, se acordó solicitar al gobernador civil la creación de una feria de ganados de todas clases para los días 24 y 25 de marzo. La máxima autoridad provincial, en escrito leído en el pleno de 25 de febrero, autorizaba la nueva feria anual, que se inauguró ese mismo año, y el Concejo acordaba fomentarla. De hecho, el encuentro ganadero contó, igual que el de septiembre, con un concurso de ganado para premiar los mejores ejemplares en estas modalidades: pareja de bueyes (400 pesetas), novillo (200 ptas.), caballo entero (300 ptas.), carnero (100 ptas.) y macho cabrío (100 ptas.).  

Lo que nos queda

En la actualidad, pervive la feria del verano, que, desde 2002, se trasladó al primer fin de semana del mes de julio. Así, se alejaba en el tiempo (cerca de un mes) de la feria de Plasencia. Como ya se ha apuntado, no quedan vestigios de la tradicional feria de ganados. La feria de septiembre se celebró por última vez en el año 1974, y, según los indicios documentales consultados, la feria de marzo quizás no llegara a los años sesenta. (Tenemos constancia del acostumbrado programa institucional hasta 1958). Apuntada ha quedado la orientación lúdica, cultural y deportiva de las ferias y fiestas actuales, cuyos contenidos se complementan a lo largo del año con los programas “Otoño Cultural” y “Verano Cultural y Deportivo” organizados por el Ayuntamiento. Recientemente, se han celebrado varias ediciones de la FIGAEX (Feria Internacional Gastrocinegética Extremeña) en el mes de septiembre, que este año de 2024 se presenta como I Feria de la Berrea de Extremadura para los días 20,21 y 22 de dicho mes.

(*) Este texto ha sido publicado en (El Periódico) Crónica de Malpartida de Plasencia y en Aires Chinatos , en noviembre y diciembre (respectivamente) de 2024.