AGUSTÍN MATEOS MUÑOZ, 1908-1997
Un intelectual
chinato del transtierro español en México
Agustín Mateos Muñoz ocupa un lugar destacado entre las figuras relevantes de la intelectualidad de procedencia chinata en el siglo XX, aunque muchos de sus paisanos tengan escasas referencias de él y para otros tantos sea del todo desconocido. Ello quizás se deba a las difíciles circunstancias de su vida desde la infancia, las cuales le obligaron a ausentarse del pueblo por la muerte de sus padres y, luego, a salir de su país, camino del exilio a México, como consecuencia de la Guerra Civil. De este catedrático de instituto y profesor universitario me he ocupado en extenso al escribir su biografía: Agustín Materos Muñoz. Una peripecia editorial del exilio republicano en México (2010, ERE, Mérida-Esfinge, México), en España, hasta 1939, y en México, hasta 1997, año de su muerte. Asimismo, varias síntesis de dicha obra han visto la luz en revistas y periódicos. A esa difusión más cercana e inmediata del profesor exiliado en nuestra Crónica responden estas páginas.
Nació en
Malpartida de Plasencia, provincia de Cáceres, el 28 de agosto de 1908, en el
seno de una humilde familia de labradores. Su temprana orfandad (perdió a su
padre a los seis años, y a su madre a los ocho) le lleva a ser acogido por uno
de sus tíos, ferroviario en la estación de Villaverde (Madrid). Allí, mientras
convalecía en el hospital a causa de un accidente sufrido mientras jugaba entre
las vías del tren, una señora de posibles le becó para que estudiase en el seminario
de Madrid, donde permaneció de 1920 a 1927; este último año, fue enviado a Roma
para cursar Teología y Filosofía en el Colegio Pontificio Español “San José”.
Sus calificaciones, en uno y otro centro, fueron brillantes.
En septiembre
de 1929 abandonó los estudios eclesiásticos y se incorporó a la enseñanza laica
en el Instituto de Segunda Enseñanza “Cardenal Cisneros” de Madrid, centro en
el que, en 1930, se examina de Ingreso y de las pruebas de conjunto de la
Reválida del Bachiller Elemental y, enseguida, del Bachiller Universitario, con
la calificación de Sobresaliente y Matrícula de Honor. Durante el curso
académico de 1930-1931 superó, en la Universidad Central, todas las materias de
la licenciatura de Filosofía. Tras participar en los Cursillos de 1933, quedaría
ligado como Profesor Encargado de Filosofía al Instituto “Quevedo” de Madrid.
En 1934 consigue por oposición libre la cátedra de Filosofía del Instituto de
Segunda Enseñanza de Zafra, ciudad a la que nunca se incorporó, ya que continuó
dando clases en el instituto madrileño, compatibilizándolas con las
obligaciones de Profesor Ayudante de Filosofía en la Facultad de Letras de
Madrid en el curso 1934-1935.
Agustín Mateos formó parte del Consejo
Superior de Cultura de la República Española, que había sido creado en
septiembre de 1938 en sustitución del antiguo Consejo Nacional de Cultura. En
dicho organismo coincidió con el poeta Antonio Machado, entonces miembro
honorario del Consejo. Socio del Ateneo de Madrid, desempeñó el cargo de
secretario de la sección de Filosofía en aquella prestigiosa institución. Políticamente,
militó en Izquierda Republicana, el partido de Azaña, donde fue vocal del
Secretariado Técnico de Instrucción Pública.
Durante la
guerra civil, le tocó recorrer el itinerario de los intelectuales españoles
republicanos: desde Madrid a Valencia y después a Barcelona, ciudad en la que
ejerció la cátedra y en la que desempeñó las funciones de director en el
Instituto de Segunda Enseñanza “Balmes”. A principios de febrero de 1939,
cuando la derrota de los ejércitos republicanos era inminente y Cataluña cayó
en manos de las tropas franquistas, pasó la frontera francesa y comienza el
desgarrón del exilio. En el país vecino, vivió la durísima experiencia de los
campos de refugiados o campos de concentración, y en mayo embarcó, en el puerto
de Séte, próximo a Marsella, hacia México, en una travesía ya mítica, la del
“Sinaia”, barco en el que casi dos mil españoles se dirigían a un país que los
acogió con generosidad, como luego haría con otras expediciones posteriores.
(Docs. Expte. AMM, Archivo UNAM)
En aquella
nueva patria, que desde la llegada concedió sin trabas burocráticas la
nacionalidad mexicana a los refugiados republicanos españoles, Agustín Mateos
Muñoz desarrolló una dilatada y fecunda labor profesional ligada a la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en la que, además de profesor,
desempeñó las tareas de Supervisor e Inspector de Cátedra. A su prestigio de
catedrático (Maestro, con mayúsculas, que es la denominación que asignan los
mexicanos a sus profesores destacados), une el de ser autor de obras didácticas
(libros de texto, sobre todo) de gran acogida y difusión, que aún siguen
editándose. En 1957 fundó la Editorial Esfinge, dedicada a los libros de texto
y otros materiales de clase.
En la capital
mexicana, había contraído matrimonio en 1940 con Teresa Gay Buchón (hija del
también exiliado y prestigioso catedrático en la Facultad de Farmacia de la
Universidad de Valencia, Enrique Gay Méndez), a la que había conocido en
Barcelona y con la que había compartido la experiencia de los campos de
refugiados y la travesía atlántica. Del matrimonio nacieron tres hijos (María
Teresa, Agustín y Eduardo). A todos ellos los conoció el autor de estas líneas
en 2005, cuando viajó a México con el fin de recabar datos para su
investigación, tanto de la familia del profesor Mateos como de los centros
educativos donde impartió su magisterio. Agustín Mateos Muñoz volvería repatriado a
España en 1964, pero no para quedarse, pues las raíces del transtierro
eran ya más abundantes y vigorosas que las del terruño. Desde entonces,
visitaba anualmente el pueblo natal para verse con su hermana Benita y
familia. Murió en junio de 1997 en la
ciudad de México.
De otras
peripecias vitales del Maestro Mateos (expediente incoado por el Tribunal para
la represión de la Masonería y el Comunismo -TERMYC-; de la labor educativa en
tierras mejicanas, incluidos los llamados “colegios del exilio”; de la
repatriación en 1964; de jubilaciones, premios, homenajes o reconocimientos, y
de otros aconteceres de su biografía queda constancia en forma de libro, ya
citado.