Malpartida de Plasencia contaba a mediados del siglo XX con unas escuelas públicas graduadas espaciosas y suficientes, de doce secciones, seis de niñas y seis de niños, que habían sido creadas (por el Ministerio de Educación Nacional) y recibidas (por el Ayuntamiento) el año 1943. Benito Mirón Sánchez era el alcalde entonces, y fungía como director del grupo escolar Antonio Fernández Rodríguez. El edificio, construido por iniciativa de las corporaciones republicanas, estaba terminado ya en 1939, y en algún tiempo de la contienda había acogido a destacamentos de tropas franquistas. Antes de la recepción del grupo escolar, hubo actividad en el recinto, pues el 28 de abril de 1941 escolares y docentes de enseñanza primaria llenaron las nuevas aulas. En 1943, meses después de la recepción, se le puso el nombre de Grupo Escolar Nuestra Señora de la Luz, que se mantendría hasta finales de 1959, cuando pasó a denominarse Fray Alonso Fernández. En las antiguas escuelas, ubicadas desde principios de siglo en el edificio del actual consultorio médico, permanecerían aún las clases de Párvulos hasta su traslado a las nuevas en dos momentos, 1961 y 1972.
En los
años cincuenta, pues, el pueblo tenía cubiertas sus necesidades educativas con
un grupo escolar de doce unidades, en un sistema docente en que la enseñanza religiosa
de la doctrina católica era obligatoria; en un país donde Iglesia Católica y
Estado eran inseparables, y cuando España se consideraba el bastión moral de
occidente. Quiere esto decir que la ortodoxia de las costumbres estaba
salvaguardada en las aulas, radicalmente separadas las niñas y los niños: ellas en
la planta alta y ellos en la baja, con entradas y patios de recreo independientes; atendidos
por maestros los muchachos y por maestras las niñas; es decir, en estricta separación
de sexos. Además, en lo moral y religioso el pueblo era aleccionado en visitas periódicas
por las misiones, cuyos predicadores (los misioneros) enarbolaban a Martiniano,
el fuego eterno del infierno y el terror a la muerte como armas disuasorias
contra las tentaciones y el pecado.
En este
contexto, los regidores de los chinatos entendieron que existía la necesidad,
la conveniencia, “en el orden moral, educativo y religioso”, de crear un centro
de enseñanza para niñas a cargo de religiosas, y en ese sentido aceptaron la
propuesta del teniente de alcalde Valentín Paredes Mirón, en sesión de pleno
del 13 de junio de 1955. A efectos de gestionar
los trámites para conseguir dicho centro, fueron comisionados el alcalde, Francisco
Rodríguez Barrado, y los concejales Antonio García Díaz y el citado Paredes
Mirón.
Tales
gestiones fructifican en la propuesta de la comisión a primeros de octubre, en
el sentido de alquilar una casa de Vicente Recio Oliva (tío V. Gorrón,
famoso y eficaz componedor de huesos dislocados y rotos, torceduras, esguinces,
muñecas abiertas, etc.) en la calle Calvo Sotelo (hoy Concordia) para la
instalación provisional de las Misioneras Religiosas del Sagrado Corazón de
Jesús. Lo cierto es que ocuparon dos
viviendas, enfrentes la una de la otra: en la actualidad, propiedades de la
familia Ingelmo y de los Oliva Martín- Heras, respectivamente.
Así se
iniciaría la enseñanza en dichos inmuebles hasta la provisión de un local más
amplio y adecuado. Se acordó una renta de alquiler de cuatro mil pesetas
anuales con cargo a los presupuestos municipales. Aunque no se explicita en las
actas de sesiones de plenos, se deduce por las actuaciones llevadas a cabo al
año siguiente que ese curso se iniciaron las clases. Según informa la memoria
oral de algunos alumnos de aquellas clases, y que residían al lado del
“colegio”, las religiosas procedían de Badajoz, donde tenían la casa en la
barriada de san Roque; y que llegaron a Malpartida comandadas por la Madre
Gema, superiora, a la que secundaban sor Emilia, sor Teresita y sor Pilar
(Prendes). Esta última era hermana del que fuera muy conocido actor teatral Luis
Prendes.
En el mes
de marzo de 1956 el alcalde, mediante una declaración de urgencia, manifiesta la
necesidad de ampliar el alojamiento y las clases para el colegio y residencia
de las religiosas, lo cual debe solventarse sin demora. El concejal Macario
Sánchez Núñez, que luego sería reconocido como “padrino” de las monjas, destacaba
la insuficiencia del local para el ejercicio docente por aglomeraciones
improcedentes y antihigiénicas, pues ya asistían a clase más de 120 niñas y
algunos niños. En consecuencia, se acordó encargar proyecto técnico para un
edificio en la plaza de san Gregorio, a continuación de la nueva ermita
(inaugurada en 1953), para residencia de las monjas, con locales, aulas,
dependencias y capilla. En el mes de diciembre, tras los informes de la
presidencia acerca de las gestiones realizadas ante el Gobierno Civil de la
provincia, el pleno de la Corporación aprobó tramitar el expediente de
solicitud de crédito para la construcción del Colegio, residencia y centro de enseñanza
para las religiosas que ya estaban ejerciendo en la localidad.
Las
últimas noticias que tenemos emanadas del Concejo acerca del proyecto descrito son
de septiembre de 1957, cuando se constataba en pleno que, a pesar de los
acuerdos ocurridos desde junio de 1955, momento en que se inició el asunto de
la enseñanza a cargo de las monjas del S.C.J., nada se había hecho, lo que había
originado “un estacionamiento de la enseñanza sin avances de ningún tipo”. Entonces
se apeló al ideario guía del principio: la necesidad de las religiosas para la
educación de la juventud femenina en el orden religioso, moral y espiritual; en
las enseñanzas del hogar, labores domésticas, costuras y bordados, así como
para la segunda enseñanza o enseñanza superior después de la edad escolar para
quienes lo necesitasen y desearan acceder a tal formación. El debate de los ediles llevó al acuerdo de
impulsar la construcción del complejo educativo y residencial
referido junto a la iglesia de san Gregorio,
como se había decidido anteriormente; ello implicaba solicitar subvenciones a
todos los organismos posibles (Instituto Nacional de la Vivienda, Crédito para
la Reconstrucción Nacional y otros) hasta conseguir el 80 % de todos los
costes. El municipio aportaría los proyectos y el solar. Era obligado también
contar con la cooperación del párroco. Y
la Corporación apoyaría todas las iniciativas orientadas a llevar esta empresa
a buen puerto. Sin embargo, aquel barco nunca zarpó.
El periplo hacia el Colegio de Misioneras
Religiosas del Sagrado Corazón de Jesús en un edificio de nueva planta en el
Ejido Chico, aledaño a la ermita de san Gregorio, fue solo una quimera. No hubo
más iniciativas, a pesar de que en agosto de 1958 toma la vara de la Alcaldía
Valentín Paredes Mirón, quien, siendo concejal y teniente de alcalde durante algunos
años del mandato de Francisco Rodríguez Barrado, había sido el promotor e
impulsor de la enseñanza a cargo de las monjas en la localidad apoyado con gran
entusiasmo por Macario Sánchez Núñez. Sin temor a errar, puede afirmarse que, a
pesar de los arraigados y vigentes principios del nacionalcatolicismo en que se
basó la aventura, el abandono o el ir dejando apagarse una llama que prendió
con tanta intensidad, significó el fin de la presencia de las religiosas en
Malpartida de Plasencia. Según la memoria oral de los hijos de Macario Sánchez,
el padrino de las monjitas, estas marcharon a Aldeanueva de la Vera, donde aún
perviven el colegio y la residencia que allí fundaron.
[Las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús, cuya permanencia en el pueblo chinato no cuajó, habían llegado a España en marzo de 1950 procedentes de Argentina. Quizá fuera la “espiritualidad ignaciana” de la congregación la que sedujo a las autoridades de nuestro pueblo, sobre todo porque sus fines pretendían “la promoción de la mujer a través de los ejercicios espirituales, hogares para jóvenes recuperadas socialmente, catequesis y los colegios”].
(Publicado en Aires Chinatos, 3ª etapa, Número 55, Octubre-diciembre 2022, pp. 25-26).
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