martes, 3 de enero de 2023

NOVELA DE MARÍA FE GARCÍA ROPERO sobre la invasión napoleónica en las tierras del Tiétar.









 PRESENTACIÓN DE LA OBRA Álamos quemados, campana rota, de María Fe GARCÍA ROPERO.  Casa de la Cultura “Maestra Josefa Canales” de Malpartida de Plasencia, 30 de diciembre de 2022.
 

Buenas tardes. Nos convoca hoy en esta sala tan familiar un acto en el que se aúnan dos conceptos de gran relevancia, como son la hermandad y la cultura. Así, en primer lugar, participamos en un encuentro fraterno entre dos pueblos que siempre estuvieron hermanados, a pesar de los kilómetros y las sierras que median entre ellos: Serradilla y Malpartida de Plasencia. Una revitalización de esos lazos entre gentes -serrellanos y chinatos- (o si se quiere “serrellanus” y “chinatus”), que tenían como verdad irrefutable aquello de “los serreillanus y los chinatus son tor´unos”. Todos, uno. Un buen lema para la unión, la cercanía, la cordialidad, la participación en empresas comunes… Una hermandad ya señalada y recogida en artículos del periódico El Cronista (1916-1932) y en el libro Un año de vida serradillana, por Agustín Sánchez Rodrigo (1870-1933). Relación fraternal entre ambas poblaciones que se actualiza, una vez más, con la presencia de María Fe García Ropero entre nosotros. Porque ella es hoy el eje de la conjunción entre hermandad y cultura.  Encuentro cultural es sin duda la presentación de una obra impresa, un libro, una novela: Álamos quemados, campana rota, cuya autora es ella, la cual ahora representa a su pueblo junto al cronista chinato, quien, con la misma humildad como la de Mari Fe, da voz a Malpartida; unidos, claro está, una y otro, a todos los asistentes, como vecinos de ambos pueblos que son. Además, para mantener el entramado de hilos de unión, la historia que nos trae María Fe García Ropero, una hazaña coral de lucha por la libertad y la independencia, afecta a Serradilla, en su mayor parte, y a Malpartida, en un episodio muy destacado.

Antes de dar entrada a los “Álamos quemados, campana rota” (de los que corresponde hablar a Mari Fe), me permito glosar brevemente la figura de la autora. Ella es una lectora desde siempre, desde la edad temprana, y, además, casi al mismo tiempo le cogió afición a la pluma, a la escritura. Compatibiliza, pues, su ocupación laboral con la afición de leer y la pasión de escribir. Sus textos han visto la luz en dos publicaciones emblemáticas de Serradilla: AJS, ya desaparecida, y El Migajón, que, nacida en 1990, continúa saliendo a la luz portadora de inquietudes del pueblo serradillano. La temática que aborda García Ropero en sus

escritos, siempre variada, se ha centrado en la historia, las costumbres, las tradiciones locales de Serradilla. En tales aficiones, Mari Fe se ha familiarizado con los archivos como fuentes documentales, pero también ha fomentado los contactos con la memoria oral. De esas fuentes han surgido artículos y entrevistas harto divulgativos del vivir histórico e intrahistórico de Serradilla y sus gentes.

Antes o después, quien así se entrega a la tarea del negro (la tinta) sobre el blanco (el papel) da el paso para escribir libros, es decir, obras de mayor enjundia y ambición que los artículos de periódicos y revistas. Hasta la fecha, ha publicado dos: Origen, camino y sueños: Francisca (2017), sobre Francisca de Oviedo y Palacios, quien según la tradición llevó a Serradilla la venerada imagen del Cristo de la Victoria; y la segunda entrega: Álamos quemados, campana rota (2022), objeto de esta presentación.

Hablaba al principio de empresas comunes y corales. Una gesta heroica, colectiva, es lo que nos ofrece el libro que hoy presentamos: el enfrentamiento, uno más de aquella invasión, de un pueblo a los ejércitos napoleónicos en los años de 1808 y 1809: la participación popular en la Guerra de la Independencia.  Se trata, pues, de una novela histórica, ambientada en escenarios del Tiétar, Campo Arañuelo, Malpartida, Plasencia, Serradilla…

Como ya le comentaba a la escritora en nuestro breve contacto hace unos días, la documentación de que se nutre la novela y está muy presente en ella es apabullante, sobre todo la que procede de los archivos locales serradillanos (municipal y parroquial) y, entre otros, del libro de nuestro ilustre paisano, ya fallecido, Dionisio Clemente Fernández. De esas fuentes salen muchos de los numerosos personajes que transitan, luchan, viven, sufren, aman, mueren… en la historia que novela María Fe. Ella imbrica hechos y personajes históricos en una ficción narrativa, su novela, cuyo desarrollo quizá quede un poco coartado por el aporte documental, pero que atrapará a los lectores por el amplio y variado contenido de la acción.

Como también le apuntaba, el arranque del relato es muy atractivo, y se convierte en un recurso de gran eficacia para atraerse (enganchar) al lector: la presentación en los tres primeros capítulos de sendos personajes femeninos – Inés, Valentina y Lola-, perfectamente caracterizados, cuyas vidas irán encontrándose en una trepidante sucesión de hechos impactantes,  lances, enfrentamientos bélicos, emboscadas de guerrilla,  en los que participan, como actores principales, los serradillanos; pero en los que también tienen un protagonismo relevante los chinatos y los vecinos de otras poblaciones comarcanas, incluida la ciudad de Plasencia.

Y no puedo descubrir ni precisar más detalles acerca de Álamos quemados, campana rota, para no invadir el territorio que les corresponde a los lectores que se acerquen a ella. Además, María Fe García Ropero querrá comentarles también algunos aspectos de su creación. Por mi parte, a más de agradecerle la invitación a ser el padrino de esta su segunda criatura literaria, quiero reiterarle mi felicitación, y animarla a continuar escribiendo historias de nuestra tierra y nuestras gentes, y también a que vaya ampliando su territorio narrativo, a encontrar su propia voz y su propio estilo en la tarea de novelar sin necesidad de atarse muy explícitamente en lo literario a las fuentes documentales. Gracias, Mari Fe. Gracias a todos los presentes. 

                                                                                                            (Intervención del cronista en el acto reseñado) 

 

 

El colegio de las monjas

Malpartida de Plasencia contaba a mediados del siglo XX con unas escuelas públicas graduadas espaciosas y suficientes, de doce secciones, seis de niñas y seis de niños, que habían sido creadas (por el Ministerio de Educación Nacional) y recibidas (por el Ayuntamiento) el año 1943. Benito Mirón Sánchez era el alcalde entonces, y fungía como director del grupo escolar Antonio Fernández Rodríguez.  El edificio, construido por iniciativa de las corporaciones republicanas, estaba terminado ya en 1939, y en algún tiempo de la contienda había acogido a destacamentos de tropas franquistas. Antes de la recepción del grupo escolar, hubo actividad en el recinto, pues el 28 de abril de 1941 escolares y docentes de enseñanza primaria llenaron las nuevas aulas.  En 1943, meses después de la recepción, se le puso el nombre de Grupo Escolar Nuestra Señora de la Luz, que se mantendría hasta finales de 1959, cuando pasó a denominarse Fray Alonso Fernández. En las antiguas escuelas, ubicadas desde principios de siglo en el edificio del actual consultorio médico, permanecerían aún las clases de Párvulos hasta su traslado a las nuevas en dos momentos, 1961 y 1972.

En los años cincuenta, pues, el pueblo tenía cubiertas sus necesidades educativas con un grupo escolar de doce unidades, en un sistema docente en que la enseñanza religiosa de la doctrina católica era obligatoria; en un país donde Iglesia Católica y Estado eran inseparables, y cuando España se consideraba el bastión moral de occidente. Quiere esto decir que la ortodoxia de las costumbres estaba salvaguardada en las aulas, radicalmente separadas las niñas y los niños: ellas en la planta alta y ellos en la baja, con entradas y  patios de recreo independientes; atendidos por maestros los muchachos y por maestras las niñas; es decir, en estricta separación de sexos. Además, en lo moral y religioso el pueblo era aleccionado en visitas periódicas por las misiones, cuyos predicadores (los misioneros) enarbolaban a Martiniano, el fuego eterno del infierno y el terror a la muerte como armas disuasorias contra las tentaciones y el pecado.

En este contexto, los regidores de los chinatos entendieron que existía la necesidad, la conveniencia, “en el orden moral, educativo y religioso”, de crear un centro de enseñanza para niñas a cargo de religiosas, y en ese sentido aceptaron la propuesta del teniente de alcalde Valentín Paredes Mirón, en sesión de pleno del 13 de junio de 1955.  A efectos de gestionar los trámites para conseguir dicho centro, fueron comisionados el alcalde, Francisco Rodríguez Barrado, y los concejales Antonio García Díaz y el citado Paredes Mirón.

Tales gestiones fructifican en la propuesta de la comisión a primeros de octubre, en el sentido de alquilar una casa de Vicente Recio Oliva (tío V. Gorrón, famoso y eficaz componedor de huesos dislocados y rotos, torceduras, esguinces, muñecas abiertas, etc.) en la calle Calvo Sotelo (hoy Concordia) para la instalación provisional de las Misioneras Religiosas del Sagrado Corazón de Jesús.  Lo cierto es que ocuparon dos viviendas, enfrentes la una de la otra: en la actualidad, propiedades de la familia Ingelmo y de los Oliva Martín- Heras, respectivamente.

Así se iniciaría la enseñanza en dichos inmuebles hasta la provisión de un local más amplio y adecuado. Se acordó una renta de alquiler de cuatro mil pesetas anuales con cargo a los presupuestos municipales. Aunque no se explicita en las actas de sesiones de plenos, se deduce por las actuaciones llevadas a cabo al año siguiente que ese curso se iniciaron las clases. Según informa la memoria oral de algunos alumnos de aquellas clases, y que residían al lado del “colegio”, las religiosas procedían de Badajoz, donde tenían la casa en la barriada de san Roque; y que llegaron a Malpartida comandadas por la Madre Gema, superiora, a la que secundaban sor Emilia, sor Teresita y sor Pilar (Prendes). Esta última era hermana del que fuera muy conocido actor teatral Luis Prendes.

 


                                        
Casas en que estuvieron las monjas

En el mes de marzo de 1956 el alcalde, mediante una declaración de urgencia, manifiesta la necesidad de ampliar el alojamiento y las clases para el colegio y residencia de las religiosas, lo cual debe solventarse sin demora. El concejal Macario Sánchez Núñez, que luego sería reconocido como “padrino” de las monjas, destacaba la insuficiencia del local para el ejercicio docente por aglomeraciones improcedentes y antihigiénicas, pues ya asistían a clase más de 120 niñas y algunos niños. En consecuencia, se acordó encargar proyecto técnico para un edificio en la plaza de san Gregorio, a continuación de la nueva ermita (inaugurada en 1953), para residencia de las monjas, con locales, aulas, dependencias y capilla. En el mes de diciembre, tras los informes de la presidencia acerca de las gestiones realizadas ante el Gobierno Civil de la provincia, el pleno de la Corporación aprobó tramitar el expediente de solicitud de crédito para la construcción del Colegio, residencia y centro de enseñanza para las religiosas que ya estaban ejerciendo en la localidad.

Las últimas noticias que tenemos emanadas del Concejo acerca del proyecto descrito son de septiembre de 1957, cuando se constataba en pleno que, a pesar de los acuerdos ocurridos desde junio de 1955, momento en que se inició el asunto de la enseñanza a cargo de las monjas del S.C.J., nada se había hecho, lo que había originado “un estacionamiento de la enseñanza sin avances de ningún tipo”. Entonces se apeló al ideario guía del principio: la necesidad de las religiosas para la educación de la juventud femenina en el orden religioso, moral y espiritual; en las enseñanzas del hogar, labores domésticas, costuras y bordados, así como para la segunda enseñanza o enseñanza superior después de la edad escolar para quienes lo necesitasen y desearan acceder a tal formación.  El debate de los ediles llevó al acuerdo de impulsar la construcción del complejo educativo y residencial

 referido junto a la iglesia de san Gregorio, como se había decidido anteriormente; ello implicaba solicitar subvenciones a todos los organismos posibles (Instituto Nacional de la Vivienda, Crédito para la Reconstrucción Nacional y otros) hasta conseguir el 80 % de todos los costes. El municipio aportaría los proyectos y el solar. Era obligado también contar con la cooperación del párroco.  Y la Corporación apoyaría todas las iniciativas orientadas a llevar esta empresa a buen puerto. Sin embargo, aquel barco nunca zarpó.

 El periplo hacia el Colegio de Misioneras Religiosas del Sagrado Corazón de Jesús en un edificio de nueva planta en el Ejido Chico, aledaño a la ermita de san Gregorio, fue solo una quimera. No hubo más iniciativas, a pesar de que en agosto de 1958 toma la vara de la Alcaldía Valentín Paredes Mirón, quien, siendo concejal y teniente de alcalde durante algunos años del mandato de Francisco Rodríguez Barrado, había sido el promotor e impulsor de la enseñanza a cargo de las monjas en la localidad apoyado con gran entusiasmo por Macario Sánchez Núñez. Sin temor a errar, puede afirmarse que, a pesar de los arraigados y vigentes principios del nacionalcatolicismo en que se basó la aventura, el abandono o el ir dejando apagarse una llama que prendió con tanta intensidad, significó el fin de la presencia de las religiosas en Malpartida de Plasencia. Según la memoria oral de los hijos de Macario Sánchez, el padrino de las monjitas, estas marcharon a Aldeanueva de la Vera, donde aún perviven el colegio y la residencia que allí fundaron.

[Las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús, cuya permanencia en el pueblo chinato no cuajó, habían llegado a España en marzo de 1950 procedentes de Argentina.  Quizá fuera la “espiritualidad ignaciana” de la congregación la que sedujo a las autoridades de nuestro pueblo, sobre todo porque sus fines pretendían “la promoción de la mujer a través de los ejercicios espirituales, hogares para jóvenes recuperadas socialmente, catequesis y los colegios”].   

                                                                             (Publicado en Aires Chinatos, 3ª etapa, Número 55, Octubre-diciembre 2022, pp. 25-26).