La casa de tía Feliciana (y 2)*
Escribía en un número anterior
de Aires Chinatos acerca de la llamativa vivienda que, hasta comienzos
de los años sesenta del siglo pasado, ocupaba el centro del entonces llano de
san Gregorio. Habitada en la década de los años cincuenta por Feliciana
Llorente Fernández y su hija Cecilia, era conocida como la “casa de tía
Feliciana”, la cual tanto por la situación, privilegiada, como por el aspecto
constructivo sobresalía entre las demás del Ejido (Lejío) Chico. Hasta
1953, cuando fue inaugurada la airosa y bella ermita actual, a dicha vivienda
solo le hacía sombra el enorme crucero de San Gregorio, situado entonces en el
flanco sur del teso (el “tedo”, en dialecto chinato), delante de la
pequeña morada del santo. La antigua ermita más bien parecía una caseta de cercado,
la cual, sin la orientación propia de los templos cristianos, se hallaba
semiabandonada y había devenido en un anexo del aledaño hospital-asilo de
mendigos y vagabundos, junto al taller de tío Antonio el Carretero.
Sin duda alguna, la casa de tía Feliciana era un edificio señero en aquel entorno donde el pueblo quedaba flanqueado al sureste por la prolongación de la salida hacia Navalmoral y hacia la Vera. Por lo demás, madre e hija tenían abierta pensión, donde solían albergar a viajantes, orives, representantes de comercio, vendedores ambulantes y, en las ferias, chalanes y otros forasteros de diversa laya y procedencia. El plano de la localidad (en detalle, fig. 1), debido a la esmerada pluma de don Guillermo Gómez de la Rúa y publicado en El Gladiador (28/02/1930), evidencia cuán llamativa es una construcción particular en un espacio público, al lado de una vía principal y del que arrancan varias calles importantes. Aparece señalado con la letra G, que en la leyenda corresponde a la Plaza de Primo de Rivera.
Precisamente, fue durante la dictadura de este general golpista cuando se le dio su nombre “a la plaza nueva en el sitio del Alto de San Gregorio”, por acuerdo unánime de la Corporación el día 5 de junio de 1927 a propuesta del concejal Eleuterio Tomé Barrado. Este edil era el propietario de la casa que nos ocupa, la cual debió de ser construida en 1925 o 1926 según se deduce de dos actuaciones suyas relacionadas con la vivienda (siendo ya concejal, solicitó una parcela de terreno en la calle de San Gregorio para construir una casa, solar que le fue concedido por unanimidad en el pleno del 12 de febrero de 1925; y a finales de diciembre de 1928, formuló petición para añadir una terraza en la casa de su propiedad en la Plaza de Primo de Rivera, añadido que, según escribía en la instancia, “suscriben y ven bien otros vecinos”).
La fotografía aérea de 1963 (fig.2)
muestra aún (en detalle) la casa de tía Feliciana ruinosa y sin techumbre,
pronta a ser demolida. En la imagen destacan la nueva ermita de San Gregorio con
la orientación tradicional y la airosa cruz, ubicada en distinto emplazamiento
al originario.
Al iniciarse el expediente de
demolición por estado ruinoso de la vivienda en el verano de 1960, Feliciana
Llorente era moradora usufructuaria, y los hermanos Félix y Nazario Tomé
Martín, hijos y herederos de Eleuterio Tomé Barrado, figuraban como
propietarios. Una y otros admitían la situación dictaminada en el mes de marzo
por el maestro alarife capataz de obras del Ayuntamiento y certificada en junio
por el aparejador municipal, al tiempo que no oponían objeciones a la destrucción
de la casa.
Con la declaración del estado de
ruina a mediados de agosto, el Ayuntamiento determina la demolición total,
señalando que los gastos irán a cargo del valor del edificio. De los trámites
legales, incluidos los económicos, se ocuparía el letrado Francisco García
Carrasco, asesor jurídico de la institución, quien debería conciliar a las
partes interesadas acerca del valor de la casa, así como de las cantidades para
los propietarios y la moradora usufructuaria vitalicia. Esta última no solo había
solicitado se la tuviera en cuenta a la hora de la expropiación, sino que
también más adelante pretendería, sin éxito, volver a habitar la casa ya
abandonada. Un año después (verano de 1962), la Corporación consideraba
insuficientes las 50 pesetas mensuales de indemnización asignadas a Feliciana
Llorente por haber abandonado la vivienda; como compensación, se acordó abonarle
la cantidad de 2.500 pesetas hasta 31 de agosto, descontando el importe
percibido hasta ese momento; y a partir del 1 de septiembre, recibiría 100
pesetas al mes hasta la ultimación del trámite de entendimiento en la compra
del edificio o en el de expropiación forzosa
El expediente de expropiación
forzosa del inmueble concluyó en el pleno de la Corporación del día 16 de
agosto de 1963. El alcalde informa a los asistentes de que los herederos de
Eleuterio Tomé Barrado muestran su conformidad con el precio de 88.395 pesetas notificado
por el Ayuntamiento, al tiempo que aceptan se descuente la cantidad de 4.350
pesetas (por la retirada de escombros); en consecuencia, les corresponden
84.045 pesetas. No obstante, el pago habrá de demorarse, pues aún no ha
mejorado la difícil situación económica de las arcas municipales. No sería
hasta finales de marzo de 1964 cuando el alcalde quedaba autorizado para
formalizar la escritura pública de compraventa con los hijos herederos y la
esposa usufructuaria de Eleuterio Tomé, quienes recibirían sin más demoras las
84.045 pesetas ya referenciadas. Culminaba así la liberación de un espacio
público, extrañamente enajenado para una construcción privada de los años
veinte del siglo pasado, el cual se integraba en la urbanización y ensanche de
la Plaza de San Gregorio a mediados de los años sesenta de la centuria.
(*)Nota. – Subsano
un yerro cometido en el escrito anterior: el titular de la fábrica de gaseosas
era Fermín Almendral (tío Fermín, el Municipal) y con él trabajaba Cesáreo
Sánchez (tío Cesáreo, el de las Gaseosas), que después regentaría el negocio en el Pozo Alto.
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