jueves, 13 de febrero de 2025

Obituario. In memoriam: María Herminia Aranda Canales y Juan Fernández Vivas

Con el otoño, y, como es costumbre, caen las hojas de la vida igual que se desprenden, también frágiles y fugaces, las de los árboles. Nos invade la tristeza. Así ha ocurrido en unos cuantos días de noviembre, el mes de la memoria y el recuerdo en el corazón para todos los seres queridos y próximos en los afectos que se nos fueron para siempre. En la edad provecta son ya incontables los desgarrones sufridos. Así, con Todos los Santos, emprendió el viaje definitivo María Herminia Aranda Canales, y diez días después iniciaba la travesía hacia la otra orilla Juan Fernández Vivas. A ambos me unían profundos y añejos lazos de amistad y de cariño. Los dos son los destinatarios hoy de esta breve semblanza melancólica por su ausencia.

Compartían Herminia y Juan la experiencia profesional del Magisterio, es decir, habían sido en la vida laboral guías de niños y adolescentes. Ella, en tierras gallegas y extremeñas; él, en el terruño natal. Una y otro fueron entre sus discípulos, sin duda, alma, esencia vivificadora, luz para la vida. No caben en estas sucintas líneas todas las sensaciones y sentimientos motivados por la desaparición de estas dos entrañables y buenas personas que fueron, ni el reconocimiento debido a sus respectivas trayectorias profesionales. Por ello, me limito a dejar correr la pluma, brevemente, por las galerías de la tristeza y el dolorido sentir de la separación.

María Herminia (“Chiqui”), tras varias semanas de lucha e incertidumbre, que hemos vivido de cerca, y una aceleración inesperada de la enfermedad, aceptó lo inevitable serena, entera y sobre todo, con mucho amor, con mucho cariño (conyugal, maternal): abandonó este mundo rodeada de sus seres más queridos (esposo, hijos, nietos), y emprendió así el viaje hacia otros espacios ajenos a los dolores, a las preocupaciones y a los afanes de esta ribera donde ha dejado tantos huérfanos de su amorosa tutela. Creo no equivocarme si escribo que Chiqui Aranda Canales, en su propia e insustituible personalidad, proyectaba, irradiaba y  prolongaba el espíritu, el talante, la peculiar forma de ser y el buen estar en el mundo de su querida madre, doña Josefa. Es decir, bondad, discreción, respeto a los demás. Dedicación a los suyos y a su trabajo. Suscribo, pues, en todo su alcance las palabras de uno de los hijos, cuando en el velatorio de sus restos mortales corroboraba lo manifestado por una amable vecina: “En efecto, nadie que conociera a mi madre podrá decir que no era una buena persona”. Quedémonos con tan certera caracterización, también resaltada en las palabras de otro de sus hijos y de una de sus nietas al finalizar el funeral de despedida. Y como Chiqui era una devota de las plantas y de las flores, que cuidaba con primor y delicadeza su pequeño jardín de arriates y macetas en el patio de su hogar, traigo estos versos de Juan Ramón Jiménez para ella:

 …Y yo me iré […] /y en el rincón aquel / de mi huerto florido y encalado, / mi espíritu errará nostálgico…/Y yo me iré; / […] sin hogar, sin árbol verde, /sin pozo blanco, sin cielo azul y plácido… /Y se quedarán los pájaros cantando.

El otro desgarrón de este tiempo melancólico proviene de la muerte de Juan Fernández Vivas. Un maestro que ha ejercido la docencia en el terruño natal con todos los riesgos que ello implica, y que, a pesar de todo, llevó a cabo con efectividad, rigor, sabiduría y acierto, ganándose el aprecio, el reconocimiento y la buena fama entre sus paisanos, las gentes chinatas, pero, de manera especial, entre sus discípulos: las generaciones de adolescentes que pasaron por sus aulas y recibieron su magisterio. En el ámbito personal y experiencias de la amistad, he compartido con Juan numerosos y agradables momentos, de manera especial aquellos de contacto directo con la naturaleza, con el paisaje, con los hermosos parajes de nuestra tierra extremeña. Siempre, recibiendo de él, a más de su bonhomía, informaciones precisas sobre animales, plantas, lugares; es decir, muestras de su insaciable curiosidad y abundante saber, y, sobre todo, de la sencillez y asombrosa efectividad con que lo transmitía, compartiéndolo, a quienes le acompañábamos. Ir con él a coger espárragos y setas, a recolectar almendras o “amboas” suponía llenar la jornada de un contenido complementario muy gratificante. Precisamente, días antes de su muerte, en llamada telefónica me animaba a ir, esta vez solo, (porque él no podría acompañarme) a por las almendras y los membrillos de su viña… Y se me fue también el amigo Juan. Recupero algunos versos del poema (de Antonio Machado) leído en el momento de la inhumación de sus restos mortales en el camposanto de nuestro pueblo:

Y hacia otra luz más pura

partió el hermano de la luz del alba, […]

Su corazón repose

bajo una encina casta,

en tierra de tomillos, donde juegan

mariposas doradas...

 

Descansen en paz en una tierra madre, acogedora y amorosa, María Herminia Aranda Canales y Juan Fernández Vivas, hijos de este pueblo, que, en vida, nos regalaron el tesoro de su amistad.  

BREVES NOTAS HISTÓRICAS ACERCA DE LAS FERIAS DE MALPARTIDA DE PLASENCIA

Las ferias de Malpartida, breves notas históricas*

                    Hace pocas semanas, las tradicionales ferias del verano de este pueblo contaron con gran asistencia de público, local y forastero, a la mayoría de las actividades y actuaciones programadas. En general, de un tiempo acá, el centro neurálgico de la diversión es la zona aledaña al parque, es decir, la explanada multiusos y el entorno integrado en el Ejido Grande. Así, salvo exposiciones y concursos en la Casa de la Cultura Maestra Josefa Canales, ningún otro elemento ferial podrá encontrarse desde el inicio de las “casas protegidas” hacia el interior del pueblo.  Además, a nuevos tiempos, nuevas costumbres: ahora, en el Ejido (Grande), durante las ferias, no encontramos ni una sola cabeza animal de vacuno, caballar, ovino, caprino o porcino, protagonistas otrora de un ferial animado, además, por chalanes, ganaderos, gitanos y otras gentes de diversa laya y condición.

La feria de junio

Las ferias ganaderas (porque hubo más de una) comenzaron en Malpartida de Plasencia en el último tercio del siglo XIX. La primera, la de junio (actualmente, en julio), siempre fue la más importante, y tiene ya casi un siglo y medio de existencia. Surgió del pleno extraordinario de la Corporación del día 27 de abril de 1882, siendo alcalde Donato Pereira. En aquella sesión confluían los ediles, la Junta Municipal y un grupo de vecinos bajo la denominación de Asociados. El punto de partida fue la consideración de que en el mes de junio se llevaban a cabo numerosas transacciones de ganado en la localidad con motivo de la feria de San Pedro de Coria. Ello era debido a que el enclave de nuestro municipio, cruce de cordeles y cañadas ganaderas, constituía paso obligado de ida y vuelta de gran parte de los ganados de la feria cauriense. De ahí que las gentes de Malpartida aprovechaban esa circunstancia para llevar a cabo compraventas de animales.  Los reunidos comentaron también que en el pueblo siempre se había tendido a establecer una feria, pues el vecindario y su corporación la consideraban muy útil y trascendental.

Con tales supuestos, se adoptaron varias disposiciones para sentar las bases de una feria de ganados de gran pujanza durante casi un siglo. Los días 15, 16 y 17 de junio, “habría feria todos los años en el Ejido de este pueblo para toda clase de ganados con la debida separación de ellos”. Para los animales, se garantizaba agua abundante y gratis del Pozón y otros abrevaderos; y a los vendedores no se les cobraría nada por derecho de parada y puesto de venta. Por lo que respecta a los industriales y comerciantes, podrían colocar sus tenderetes con géneros y productos en los extremos superior (oeste) e inferior (este) del Ejido. El municipio adoptaría las medidas necesarias para garantizar el orden y todo lo necesario para bien “de quienes nos favorezcan con su asistencia”.

La feria comenzó ese mismo año 1882, y, a principios de junio, el Ayuntamiento encargó a Telesforo Díaz Maroto contratar en Talavera de la Reina bombas para sacar agua del Pozón destinada al ganado concurrente. Se hallaba este pozo en una construcción abovedada, que conocimos de niños, abierta con dos grandes arcadas, y que servía de descanso para vaqueros y pastores trashumantes y también de albergue para mendigos y vagabundos.

                                                
                                                         


Aquella primera feria ha sido descrita y evocada en múltiples ocasiones. En el aspecto festivo, para los niños estaban las confituras, los turrones, el jolgorio, la cucaña, las carreras de sacos y los vendedores de baratijas y chucherías. Para los jóvenes, el paseo y el baile. Los mayores, tertulia en el casino, café y puro…, y, además, la asistencia al rodeo para la venta de ganado, la compra de la jaca o el cerdo para el engorde y la matanza del invierno; y por la tarde, a los toros. No faltaba la verbena, abierta a todos los públicos, la cual hoy echamos de menos los mayores… Era, sin duda, una feria de ganado de gran importancia en la comarca. El Ejido Grande, convertido en rodeo, aparecía como un zoo multicolor de vacas, terneras y terneros; jacas, caballos, yeguas y potros; ovejas y cabras, y cerdos. También los prados aledaños acogían ganados de sus propietarios o de forasteros arrendatarios. Múltiples eran los tratos con chalanes y gitanos. Completaban este animado mundo multicolor las cantinas, bajo toldos de sábanas de carros, en las que se servían dulces del lugar con aguardiente casero, vino de pitarra chinato, cervezas y refrescos, tapas de queso y chorizo… El aspecto festivo y lúdico de la feria de junio iría en aumento al tiempo que se iban modernizando las atracciones (coches eléctricos, norias descomunales, grandes tómbolas, puestos de comida rápida) y desaparecían las típicas barcas de los “llanos” de las Escuelas y de san Gregorio; también “el mayor espectáculo del mundo” con la presencia de algún circo de renombre dejó en el olvido a los titiriteros sin carpa al aire libre, aquellos de la ene de palo para los trapecistas, la cabra de la escalera y la bandeja de la voluntad. Además, fueron incorporándose los contenidos culturales y deportivos, que, enseguida adquirirían gran protagonismo en las ferias. En 1975, se añadió la innovación del pregón de ferias.

Feria de septiembre

 Si la estela de san Pedro guía al mundo agropecuario en pleno verano, la de san Miguel toma el testigo de este santo en el mes de septiembre. Con la cosecha de cereales en las trojes, se recogen los membrillos y se da salida a excedentes de ganados. Era necesario algún encuentro más entre vendedores, compradores e intermediarios en nuestro municipio. Procedía, pues, crear otra feria. Siendo alcalde Manuel García Díaz (don Manolo, maestro), en julio de 1946, la Corporación hizo suya la propuesta del secretario de la Junta Local de Fomento Pecuario (inspector veterinario) de establecer una nueva feria de ganados en la localidad, situándola entre los días 15 y 20 de septiembre, o entre la última decena de septiembre y la primera de octubre. En el pleno del 8 de febrero de 1946, el Ayuntamiento reitera la aceptación de la propuesta del inspector veterinario, y el alcalde, cuando tramite el expediente, señalará los días el 12 y 13 de septiembre a tal fin. Tras la preceptiva autorización del Gobernador Civil de la provincia, en 1946 se celebró la primera feria de ganados de septiembre en Malpartida de Plasencia. El segundo día hubo pleno de la Corporación, que, en asuntos pendientes, declaraba como fiesta oficial del pueblo los días 12 y 13 para la recién creada feria comarcal de ganados, pero, además, se marcaba también como festivo el día 11, la víspera. Si hubiera que destacar algún contenido de los festejos programados, este sería la relevancia asignada al imprescindible acontecimiento taurino, esto es, la novillada. En ocasiones, como ocurrió en septiembre de 1947, se suprimieron los fuegos artificiales, pero no la novillada, que siempre fue lo más importante “porque daba más concurrencia” a las ferias, tanto a las de junio como a las de septiembre.

Feria de marzo: las primeras ferias

Como no hay dos sin tres, a las ferias del verano y del otoño chinatos se unieron las de primavera en el mes de marzo. Así, el 25 de enero de 1952, el entonces alcalde, Francisco Rodríguez Barrado, propuso a la Corporación el fomento de otra feria por necesidades agropecuarias. En consecuencia, se acordó solicitar al gobernador civil la creación de una feria de ganados de todas clases para los días 24 y 25 de marzo. La máxima autoridad provincial, en escrito leído en el pleno de 25 de febrero, autorizaba la nueva feria anual, que se inauguró ese mismo año, y el Concejo acordaba fomentarla. De hecho, el encuentro ganadero contó, igual que el de septiembre, con un concurso de ganado para premiar los mejores ejemplares en estas modalidades: pareja de bueyes (400 pesetas), novillo (200 ptas.), caballo entero (300 ptas.), carnero (100 ptas.) y macho cabrío (100 ptas.).  

Lo que nos queda

En la actualidad, pervive la feria del verano, que, desde 2002, se trasladó al primer fin de semana del mes de julio. Así, se alejaba en el tiempo (cerca de un mes) de la feria de Plasencia. Como ya se ha apuntado, no quedan vestigios de la tradicional feria de ganados. La feria de septiembre se celebró por última vez en el año 1974, y, según los indicios documentales consultados, la feria de marzo quizás no llegara a los años sesenta. (Tenemos constancia del acostumbrado programa institucional hasta 1958). Apuntada ha quedado la orientación lúdica, cultural y deportiva de las ferias y fiestas actuales, cuyos contenidos se complementan a lo largo del año con los programas “Otoño Cultural” y “Verano Cultural y Deportivo” organizados por el Ayuntamiento. Recientemente, se han celebrado varias ediciones de la FIGAEX (Feria Internacional Gastrocinegética Extremeña) en el mes de septiembre, que este año de 2024 se presenta como I Feria de la Berrea de Extremadura para los días 20,21 y 22 de dicho mes.

(*) Este texto ha sido publicado en (El Periódico) Crónica de Malpartida de Plasencia y en Aires Chinatos , en noviembre y diciembre (respectivamente) de 2024.